La exclusión residencial es un tema cada vez más presente en los medios de comunicación, porque se trata de un problema que afecta a millones de personas en todo el mundo. Tener una vivienda, propia o en alquiler, es algo esencial para poder desarrollar una vida digna. Cuando una persona se ve impedida de la posibilidad de tener un espacio privado en el que vivir, o dicho espacio es especialmente precario o inseguro, acaba siendo apartada de la sociedad.
Hay muchas razones que pueden llevar a alguien a una situación de desamparo en la que no puede acceder a una vivienda, pero en los últimos años se han multiplicado los casos de gente que pierde su vivienda por un exceso de deudas. Y ni habiendo perdido la casa consigue acabar con las deudas, lo que hace que resulte imposible plantearse de cara al futuro la adquisición de un nuevo inmueble, o el alquiler de un lugar para vivir.
¿Qué es la exclusión residencial?
Tradicionalmente, se ha creído que este problema solo afectaba a quienes ya arrastraban una situación de marginación previa con respecto a la sociedad, especialmente por problemas de consumo de drogas o alcohol, o por problemas de salud mental no tratados.
Pero, tras la crisis económica y financiera de 2008, ha crecido el número de personas que se ven abocadas a esta exclusión a pesar de llevar una vida equilibrada, incluso de contar con un trabajo. Porque sus ingresos no son suficientes para hacer frente al pago de una hipoteca o de un alquiler.
La exclusión residencial es un problema complejo que va mucho más allá de no tener una casa o no disponer de una vivienda que esté en condiciones dignas para ser considerada como un hogar. Implica la negación de un derecho reconocido en la Constitución como lo es el derecho a una vivienda digna, lo cual acaba derivando en otras consecuencias:
- Falta de seguridad.
- Falta de estabilidad a nivel personal y familiar.
- Privación de un entorno saludable.
- Una posible restricción de acceso a servicios básicos como la salud y la educación, así como dificultades para encontrar un empleo.
Este fenómeno afecta a personas en situación de pobreza, migrantes, jóvenes sin familia, familias monoparentales, y otros grupos vulnerables. Sin una vivienda digna, quienes padecen este tipo de exclusión pueden acabar sufriendo marginación social y perpetuar su situación de desigualdad frente al resto.
La exclusión residencial por exceso de deudas
Con la crisis de 2008, muchas personas se quedaron sin empleo y dejaron de poder pagar su vivienda. Los bancos ejecutaron miles de hipotecas, pero esto no canceló la deuda pendiente porque en aquel momento no se habían implementado medidas como la dación en pago. En consecuencia, a día de hoy, todavía hay personas que arrastran deudas por una casa que ya no tienen, y esto les impide acceder ahora a una nueva vivienda.
Incluso quienes todavía conservan su casa están en riesgo de exclusión residencial si su situación económica está llegando a un punto cercano a la insolvencia. Aunque recurran a la dación en pago, el resto de deudas pendientes subsistirán, por lo que los afectados estarán sin casa, y con una gran carga económica sobre sus hombros que no pueden asumir. Como es obvio, esto limitará sus posibilidades de acceso a una vivienda.
La Segunda Oportunidad como medida para paliar este problema
El sobreendeudamiento es una realidad social que los Poderes Públicos han tenido en cuenta. De ahí que se haya articulado un sistema de Segunda Oportunidad en nuestro ordenamiento jurídico.
A través de él, las personas físicas (particulares y autónomos) que ya no puedan hacer frente a sus deudas, pueden quedar liberados de las mismas por decisión judicial. Para ello, se lleva a cabo un proceso de liquidación del patrimonio.
Todos los bienes del deudor se van a convertir en dinero líquido y, con lo obtenido, se va a pagar a sus acreedores. Si después de ello todavía subsisten deudas, estas serán canceladas por el juez.
¿Por qué ayuda la Segunda Oportunidad a evitar la exclusión residencial? Porque en este caso el deudor va a perder todo su patrimonio, incluida su casa si la tiene, pero se va a quedar sin deudas. No tendrá nada, pero tampoco deberá nada, y esto le permitirá empezar de nuevo. Si tiene una fuente estable de ingresos, podrá acceder a un alquiler sin ningún problema, incluso plantearse adquirir una nueva casa a medida que su situación económica vaya mejorando.
De hecho, también existe la posibilidad de conservar la vivienda. En este caso, se lleva a cabo una liquidación parcial del patrimonio y, para las deudas que subsisten, se establece un plan de pagos adaptado a las circunstancias del deudor.
La exclusión residencial es un problema grave que afecta de manera directa a quienes lo padecen y a quienes están en riesgo de padecerlo, pero también a la sociedad en su conjunto. Si estás en problemas económicos, no lo dudes más y confía en nuestro equipo para gestionar tu procedimiento de Segunda Oportunidad. Te mereces empezar de nuevo.