Declararse insolvente a través de un procedimiento de Segunda Oportunidad es la mejor forma de solucionar una situación que es, a priori, extremadamente complicada. Nadie desea llegar a este punto, pero hay ocasiones en las que se vuelve inevitable. Mejor liquidar lo que quede de patrimonio y poder empezar desde cero, que vivir toda la vida arrastrando unas deudas que son imposibles de pagar.
En esta ocasión vamos a ver qué implica declararse insolvente y qué efectos tiene sobre los acreedores y sobre la situación del deudor.
¿Qué es la insolvencia?
Insolvencia y bancarrota son sinónimos. Se trata de una situación en la que el deudor no puede cumplir con sus obligaciones de pago por carecer de medios líquidos (de dinero) para ello. Así, decimos que una persona es solvente cuando tiene capacidad de hacer frente a sus deudas, e insolvente cuando está en la posición contraria.
Una de las características de esta situación patrimonial es que no tiene validez legal si es declarada directamente por el deudor. Es decir, que no afecta a los acreedores hasta que no es declarada directamente por un juez. Algo que en nuestro ordenamiento jurídico se hace a través del procedimiento de Segunda Oportunidad en el caso de los particulares y autónomos, y mediante el concurso de acreedores si se trata de empresas.
Declararse insolvente a través de la Segunda Oportunidad
Para conseguir que el juez considere que una persona es insolvente, esta debe acreditar ante esta autoridad que no tiene recursos ni patrimonio suficiente para hacer frente a todas las cantidades que debe.
Imaginemos una persona que tiene 3.000 euros en el banco, una vivienda valorada en 100.000 euros, y una deuda por valor de 450.000 euros por un negocio que salió mal. Aunque el deudor tiene algunos bienes, estos son claramente insuficientes para pagar lo debido. Si este sujeto quiere declararse insolvente, tendrá que exponer su situación ante el juez. Se procederá entonces a liquidar su patrimonio, y la deuda subsistente se declarará incobrable por insolvencia del deudor.
Todo esto se puede hacer a través del procedimiento de Segunda Oportunidad. Al presentar la solicitud, el interesado debe aportar toda la documentación relativa a sus deudas y a su propio patrimonio. Ello, a fin de demostrar que existen deudas que no se pueden pagar.
Consecuencias de declararse insolvente
Los efectos de esta medida comienzan a notarse desde el mismo momento en que el deudor presenta su solicitud de Segunda Oportunidad ante el Juzgado de lo Mercantil. Porque se paralizan todas las ejecuciones de su patrimonio que estuvieran en marcha en ese momento, así como cualquier intento de cobro de deuda por parte de los acreedores. Por otro lado, las deudas vencidas dejan de sumar intereses de demora desde la fecha de presentación de la petición.
La segunda consecuencia es que se va a llevar a cabo un procedimiento de liquidación del patrimonio del deudor. Esto implica que sus bienes van a ser convertidos en dinero líquido, generalmente a través de su venta en subasta. No obstante, la nueva regulación de la Segunda Oportunidad establece mecanismos con los que se puede conservar la vivienda habitual. En el caso de los autónomos, a estos les está permitido conservar también los bienes afectos a su actividad, para que no pierdan su fuente de ingresos.
Liquidado el patrimonio, se va a aplicar lo obtenido al pago de las deudas pendientes. Como el deudor está en situación de insolvencia, lo obtenido con la venta no va a ser suficiente para cubrir todas las cantidades que se debían abonar. Respecto a eso que queda sin pagar, se aplicará por parte del juez el Beneficio de Exoneración del Pasivo Insatisfecho (BEPI). Es decir, que la autoridad judicial declarará que todas las deudas han quedado saldadas totalmente.
Situación reversible
Algo importante a tener en cuenta es que la situación de insolvencia no es irreversible, y esto tiene consecuencias sobre esas deudas que han sido exoneradas. Si la situación del deudor mejora antes de que esas deudas lleguen a prescribir, sus acreedores pueden solicitar la reactivación de su crédito. En caso de que el juez les conceda su petición, el deudor tendrá que hacer frente a eso que en su momento no pagó porque era insolvente, y que ahora puede pagar por haber mejorado su situación económica.
Sin duda, la mayor ventaja de declararse insolvente es que aporta una gran tranquilidad a quien está en una situación económica complicada. Porque es un procedimiento que brinda la oportunidad de empezar realmente desde cero y sin arrastrar deudas pendientes. Por otro lado, la posibilidad de reactivación de la deuda si la situación del deudor deviene a mejor, es fundamental para otorgar un extra de protección a los acreedores.
En caso de que tu situación económica haya llegado a un punto especialmente complicado, quizá sea momento de declararse insolvente. Si necesitas un equipo legal que esté a tu lado en todo el proceso, nos tienes a tu entera disposición para ayudarte en tu petición de Segunda Oportunidad.